Cuando tenemos que tomar decisiones siempre vamos a contar con varias o pocas alternativas, por tanto, pondremos en la balanza y desarrollaremos el análisis de cada una de ellas, como: la de mayor ventaja, mejor propuesta, costo-beneficio, mejor valor agregado, menor impacto, menor riesgo, mayor detalle técnico, etc., etc., sin embargo, puede que no tengamos ninguna alternativa aceptable y tampoco tengamos mucho margen de tiempo.
Considerando que tomar una decisión implica tener conocimientos, valores, circunstancias, etc., y estar consciente de lo más adecuado, no necesariamente será una decisión perfecta o que podría resultar exitosa, pero sí debe ser tomada con la mayor claridad, honestidad y responsabilidad posible. A veces la decisión puede ser prudente, valiente, pero lo más importante es que permita coherencia. Dicho esto, tenemos que aceptar lo menos malo?
Recordemos ver siempre bajo la óptica del riesgo, y en función a ello, no hay forma que aceptemos el mal menor, nunca se debe permitir estar en dicha situación, y si lo están, se tiene que analizar a quien o a quienes les conviene que estén en dicha posición, o quien se beneficia si bajo esas circunstancias tengan que tomar la decisión del mal menor. También debemos analizar qué circunstancias generaron llegar a dicho punto, pero bajo ningún concepto debe ser aceptado.
Las consecuencias de aceptar el mal menor pueden ser nefastas, desde riesgos evidentes, riesgos ocultos o riesgos entre líneas, así como el impacto en el mediano y largo plazo hasta el daño reputacional. Incluso, comercialmente puede afectar a sus clientes, producir conflictos con las autoridades y generar ventajas competitivas a favor de sus competidores. Siempre tenemos la opción de tomar mejores decisiones, y podríamos en ese proceso sacrificar algún costo o tiempo adicional, pero ese esfuerzo seguro lo valdrá.
Luis Molina
Director Ejecutivo
M&M Security Audit – Consulting Group
www.mymsecurityaudit.com